Estoy pasando por una crisis de insomnio que no se regulará hasta que comience a trabajar y me tenga que levantar a las seis y media de la mañana y llegaré a la cama a las once durmiendome a los cinco minutos.
Sé que debería aprovechar estos días, asi que intentando dormirme en la cama he decidido que mejor me levantaba y escribía algo. En la radio de ITunes he puesto la Virgin Radio y ahi está James Blunt torturandome el oído de nuevo. He pensado también que no podré tener muchas mas ocasiones para escribir de noche, y desde luego que escribir de noche tiene su magia, miro por la ventana y veo las tres calles que confluyen vacias, algunas luces en las ventanas de los edificios lejanos pero no está él. Mi voyeur. ¡Cúanto le hecho de menos!
Desde que fui pequeña siempre me gustó ser voyeur. Cuando yo tenía unos nueve años mis padres reformaron la casa del pueblo y compraron una nueva puerta para el baño. Aquella puerta tenía y tiene una cerradura de las de antes, con su agujerito, por la que rapidamente me puse a curiosear cada vez que mis hermanos entraban a ducharse. Aunque no crecí en un ambiente represivo donde la exhibición del cuerpo era algo prohibido. De hecho puedo desnudarme perfectamente delante de ellos y ellos delante de mí. Pero la sensación de hacer algo prohibido era lo que me hacía apuntar mi ojo a esa abertura donde alguien inconsciente de que era observado se comportaba con total naturalidad. Hasta que sucedió lo esperable, un día me pillaron y mi madre tras la bronca pertinente puso un trocito de esparadrapo pegado a la cerradura, y ahi acabó mi precoz afición voyeuristica.
También recuerdo esos anuncios en blanco y negro de la Pronto del micrófono espía y las gafas de supervisión con las que podías ver através de las paredes, y yo siempre quise ser mayor y tener dinero para comprarmelas.
Con el cambio de piso tuve que decir adiós a muchas cosas, seguramente en mi anterior piso quedara bajo los muebles pequeños objetos de mi vida cotidiana, pero también se quedó mi voyeur en su ventana. Como sucede en todas estas historias nuestro encuentro fue fortuito, al voyeur no se le busca él te encuentra. Nuestros encuentros ventana a ventana eran breves, apenas los sábados por la mañana cuando yo me levantaba y limpiaba la habitación, cambiaba las sábanas y sacudía las alfombras. Y un día cualquiera de mi rutina me encontré que estaba allí, en el quinto piso mirándome. Yo estaba como siempre suelo dormir, y como ahora mismo escribo estas letras, conjunto de camiseta de tirantes y hot pants (que son esas braguitas bajas tipo culotte), pelo largo despeinado sobre mi cara o con una coleta hecha con la primera goma que encontraba en mi mesilla.
Sé que debería aprovechar estos días, asi que intentando dormirme en la cama he decidido que mejor me levantaba y escribía algo. En la radio de ITunes he puesto la Virgin Radio y ahi está James Blunt torturandome el oído de nuevo. He pensado también que no podré tener muchas mas ocasiones para escribir de noche, y desde luego que escribir de noche tiene su magia, miro por la ventana y veo las tres calles que confluyen vacias, algunas luces en las ventanas de los edificios lejanos pero no está él. Mi voyeur. ¡Cúanto le hecho de menos!
Desde que fui pequeña siempre me gustó ser voyeur. Cuando yo tenía unos nueve años mis padres reformaron la casa del pueblo y compraron una nueva puerta para el baño. Aquella puerta tenía y tiene una cerradura de las de antes, con su agujerito, por la que rapidamente me puse a curiosear cada vez que mis hermanos entraban a ducharse. Aunque no crecí en un ambiente represivo donde la exhibición del cuerpo era algo prohibido. De hecho puedo desnudarme perfectamente delante de ellos y ellos delante de mí. Pero la sensación de hacer algo prohibido era lo que me hacía apuntar mi ojo a esa abertura donde alguien inconsciente de que era observado se comportaba con total naturalidad. Hasta que sucedió lo esperable, un día me pillaron y mi madre tras la bronca pertinente puso un trocito de esparadrapo pegado a la cerradura, y ahi acabó mi precoz afición voyeuristica.
También recuerdo esos anuncios en blanco y negro de la Pronto del micrófono espía y las gafas de supervisión con las que podías ver através de las paredes, y yo siempre quise ser mayor y tener dinero para comprarmelas.
Con el cambio de piso tuve que decir adiós a muchas cosas, seguramente en mi anterior piso quedara bajo los muebles pequeños objetos de mi vida cotidiana, pero también se quedó mi voyeur en su ventana. Como sucede en todas estas historias nuestro encuentro fue fortuito, al voyeur no se le busca él te encuentra. Nuestros encuentros ventana a ventana eran breves, apenas los sábados por la mañana cuando yo me levantaba y limpiaba la habitación, cambiaba las sábanas y sacudía las alfombras. Y un día cualquiera de mi rutina me encontré que estaba allí, en el quinto piso mirándome. Yo estaba como siempre suelo dormir, y como ahora mismo escribo estas letras, conjunto de camiseta de tirantes y hot pants (que son esas braguitas bajas tipo culotte), pelo largo despeinado sobre mi cara o con una coleta hecha con la primera goma que encontraba en mi mesilla.